1. Elabore un plan
Para crear cualquier hábito, tienes que decidir qué vas a hacer y cómo lo vas a hacer. Los pensamientos ociosos de que sería bueno practicar ejercicio todos los días no conducirán a acciones concretas. Fíjate un objetivo claro: por ejemplo, dedica 15 minutos a hacer ejercicio todas las mañanas. Incluya el ejercicio en su agenda diaria y programe un recordatorio en su smartphone.
Un entrenamiento corto debe incluir ejercicios de estiramiento. Las flexiones hacia delante y los estiramientos con los brazos levantados funcionan. El “gato” funciona bien para la espalda: ponte a cuatro patas, arqueando la espalda y bajando la cabeza, y luego dóblate hacia atrás. Después de los estiramientos, puedes pasar a los ejercicios de fuerza: sentadillas, bicicleta dorsal, flexiones. El programa debe adaptarse a tu estado de salud. Por ejemplo, si tienes mal las rodillas, no conviene hacer saltos en elevaciones: los movimientos bruscos pueden aumentar el dolor. Para un entrenamiento realmente enérgico, hazlo en una habitación bien ventilada o al aire libre.
Empieza con un calentamiento
Debes empezar cualquier entrenamiento con un calentamiento: los músculos que no se calientan son más fáciles de lesionar, se cansan más rápido y tardan más en recuperarse. Inclinaciones de la cabeza a izquierda y derecha, rotaciones de hombros, círculos pélvicos y otros ejercicios similares te servirán. Hazlos despacio e intenta respirar profunda y uniformemente durante el proceso.
Puedes empezar a calentar en la cama: estírate, agita las manos, levanta la pelvis. Tómate unos minutos para calentar y luego pasa a los ejercicios principales: estiramientos y ejercicios de fuerza.